“Además, sobre la página de un libro se puede llorar, cosa que es imposible hacer sobre el disco duro de la computadora” (José Saramago)

Desde el comienzo de mi andadura por los terrenos virtuales de formación, un tema no ha dejado de rondarme por la cabeza y es el de la gestión de las emociones delante de una pantalla. Es obvio que detrás de cada una, normalmente hay una persona con sus emociones y que el propio entorno virtual en general y en especial en los espacios formativos, nos genera muchas y muy diversas sensaciones y emociones.

La narración del propio sujeto y su propia percepción sobre su participación en un entorno virtual de aprendizaje, junto con las acciones de las demás personas y la interacción grupal genera un engranaje emocional muy particular que es digno de analizar. Si exploramos la parte más profunda de estas relaciones, podemos llegar a la conclusión de que se trata de una exteriorización proposicional codificada con una función simbólica que se desarrolla en unas nociones de tiempo y espacio asíncronas y muy distantes de las convencionales y por supuesto de las que se dan en la presencialidad.

En los espacios virtuales (entendidos éstos como contenedores de procesos y   conexiones informacionales, actuando como mediadores en muchos de los procesos sociales, personales, y emocionales, que acontecen en el discurrir diario de una persona que ocupa parte de su tiempo en la Red), se tejen las relaciones entre los miembros del grupo siendo éstas las propias catalizadoras de la dinámica tanto emocional como del trabajo de forma colaborativa ya que van a marcar la tríada emoción-cognición-acción que va a dirigir dichas interrelaciones.

En este punto, resulta interesante explicitar que para la buena gestión de las diversas situaciones que se pueden generar en este espacio virtual que a mucha gente le puede resultas emocionalmente hostil, resulta de vital importancia establecer canales de comunicación adecuados y lenguajes transparentes que no den pie a malas interpretaciones y que de darse, se puedan trabajar. Es necesario en la no presencialidad paliar la falta del “cara a cara” con un proceso comunicativo eficaz que favorezca la negociación de significados y que sirva de conexión espacio-temporal e interindividual, ayudando a configurar un sistema convivencial agradable.

Nada en realidad fuera del sentido común, pero que no por eso hay que dejar de cuidar o de tener presente porque al fin y al cabo, la vivencia emocional de un sujeto no es virtual aunque esté soportada en un entorno tecnológico sino que está integrada en la subjetividad de la persona en su vida real.

Y es que yo ya sé que detrás de mi ordenador estoy yo y detrás del vuestro, vosotros/as.

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Fuente: archivoimagenes.heraldo.es

Sonia Cámara @cmara_sonia

Psicopedagoga experta en TICs aplicadas a la educación.